Cuando salí del restaurante a buscar el
auto en el estacionamiento, vi una camioneta que pasaba a toda velocidad entre
los coches. Mientras observaba la actitud descontrolada del conductor, me llamó
la atención la frase escrita en la matrícula del frente del vehículo: «Casi
satisfecho». Después de pensar en ese mensaje y en lo que intentaba transmitir,
llegué a la conclusión de que el concepto «casi satisfecho» no existe. O
estamos satisfechos o no lo estamos.
Hay que reconocer que la satisfacción o
contentamiento es un tema difícil de digerir. Vivimos en un mundo que alimenta
nuestro deseo de tener cada vez más… hasta que descubrimos que es prácticamente
imposible que algo nos satisfaga por completo. Pero esto no es nuevo. El libro
de Hebreos trata sobre este asunto y declara: «Sean vuestras costumbres sin
avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé,
ni te dejaré» (13:5). El único remedio para el corazón insaciable es la
satisfacción que se encuentra en la presencia del Dios viviente. Él suple con
suficiencia nuestras necesidades y anhelos, y es el único que puede brindarnos
la paz y el contentamiento que nunca hallaremos en las cosas que perseguimos en
esta vida.