Hace poco, me di cuenta de que todas
las fotos y los recuerdos que tengo en mi oficina representan el pasado. Pensé
en guardarlos, pero después me pregunté si esas personas, lugares y sucesos
podrían servir para algo, aparte de generar nostalgia. Para no atascarme en el
ayer de la vida, tenía que descubrir la importancia de todo eso para el hoy y
el mañana.
Cuando el pueblo de Dios cruzó el
Jordán para entrar en la tierra prometida, el Señor le dijo a Josué, el líder,
que escogiera doce hombres para que cada uno tomara una piedra del medio del
río y la llevara al campamento esa noche (Josué 4:1-5). Josué las colocó como
un memorial para que, cuando las generaciones futuras preguntaran qué
significaban, sus antepasados les contaran sobre la fidelidad de Dios al
detener el agua mientras ellos cruzaban (vv. 6-7).
Como cristianos, es bueno que tengamos
pruebas tangibles de la ayuda de Dios en el pasado. Esos recordatorios traen a
la mente que su fidelidad continúa hasta hoy y que podemos seguirlo con
confianza en el futuro. Nuestras «piedras» también pueden ayudar a otros a
saber que la mano de Dios es poderosa, ya que nos estimulan para que temamos al
Señor siempre (v. 24).
Los recordatorios de las obras del
Señor a nuestro favor pueden convertirse en ladrillos para construir el hoy y
el mañana.
Los preciosos recuerdos del ayer pueden fortalecer nuestra fe hoy y mañana. (RBC)