En un documental sobre tres
guitarristas legendarios, Jack White describió cuál es el elemento primordial
para componer una canción: «Si todavía no tienes una lucha en tu interior o a
tu alrededor, tienes que inventarla».
Las canciones que más nos gustan
expresan nuestros sentimientos más profundos. Muchos de los Salmos, que
constituyen lo que suele llamarse «el himnario de la Biblia», nacieron de las
luchas. Recogen nuestras decepciones y temores, pero siempre nos muestran el
amor y la fidelidad de Dios.
En el Salmo 31, David escribió:
«Ten misericordia de mí, oh Señor, porque estoy en angustia; se han consumido
de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo» (v. 9). Habla de una red
tendida para atraparlo (v. 4), de su pecado (v. 10), de los amigos que lo
abandonaron (vv. 11-12) y de las maquinaciones contra su vida (v. 13).
Sin embargo, la esperanza de
David no yacía en su propia fuerza, sino en la de Dios. «Mas yo en ti confío,
oh Señor; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos; líbrame de la
mano de mis enemigos y de mis perseguidores» (vv. 14-15).
Los salmos nos invitan a abrir
nuestro corazón delante de Dios, porque el Señor tiene reservada su bondad para
derramarla sobre aquellos que confían en Él (v. 19).
En tu necesidad más profunda, descubre el consuelo de Dios en los Salmos. (RBC)