«El corazón no se
juzga por cuánto amas, sino por cuánto te aman los demás». Vi esta cita
atribuida al Mago de Oz en una placa en la pared de una tienda de regalos.
El Mago de Oz tal vez
sea una buena historia, pero no es una fuente confiable de información
espiritual. Dios dijo algo muy diferente. Según Él, el mayor mandamiento es
amar… amarlo a Él primero y después a los demás (Marcos 12:29-31). Las
Escrituras no alientan a esperar que ese amor sea retribuido. En realidad,
Jesús declaró lo opuesto en su sermón más famoso: «Bienaventurados sois cuando
por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra
vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en
los cielos…» (Mateo 5:11-12).
En lo que respecta a
amar, lo que necesitamos saber es esto: Todo el amor empieza con Dios (1 Juan
4:19). Como Moisés les dijo a los israelitas, Dios se deleitaba en ellos para
amarlos (Deuteronomio 10:15), y debido a esto, ellos tenían que amar a los
demás, incluso a los extranjeros (v. 19). La intención de Dios es que todos
aquellos que reciben su amor se conviertan en canales de ese amor hacia los
demás.
Fuera de Dios, quien es amor en sí mismo, ninguno de nosotros podría amar ni ser amado de verdad (1 Juan 4:7-8).
El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (1 Juan 4:8) – (RBC)