Antes de que Jesús naciera, la gente anhelaba que llegara el Mesías; Aquel que cargaría con el pecado del hombre e intercedería ante Dios a su favor (Isaías 53:12). Se esperaba que el Ungido llegara a través de una virgen que daría a luz un hijo en Belén y que lo llamaría Emanuel, «Dios con nosotros» (7:14). La noche cuando nació Jesús, la esperanza de la gente se hizo realidad (Lucas 2:1-14).
Aunque ya no esperamos que Jesús venga con forma de niño, Él sigue siendo la fuente de nuestra esperanza. Aguardamos con ansia Su segunda venida (Mateo 24:30), anticipamos el hogar celestial que está preparando para nosotros (Juan 14:2) y soñamos con vivir con Él en Su ciudad celestial (1 Tesalonicenses 4:16). Como creyentes, podemos anhelar que llegue ese día futuro, porque el bebé del pesebre era, y sigue siendo, «Jesucristo, nuestra esperanza» (1 Timoteo 1:1).
La palabra clave de Navidad es «Emanuel»: ¡Dios con nosotros! (RBC)