¡Me encanta la historia de Jonás! Es
sumamente dramática y está repleta de importantes lecciones para la vida.
Después de rehusar con obstinación hacer la voluntad de Dios, el profeta
finalmente predicó un mensaje de avivamiento en Nínive que lo convertiría en
uno de los misioneros más exitosos de su época. Cuando el pueblo se arrepintió
y se alejó de sus caminos malvados, y el Señor apaciguó su enojo contra ellos,
supondríamos que Jonás estaría regocijándose. Sin embargo, se enojó porque Dios
fue misericordioso. ¿Por qué razón? Porque aunque finalmente estaba obedeciendo
al Señor al hacer lo correcto en el lugar apropiado, tenía una profunda falla
en su interior.
Tal como Jonás, si no tenemos cuidado,
podemos «aparentar estar bien» espiritualmente por fuera, pero con el corazón
alejado de Dios. A Él le importa más nuestra condición interior. Su Palabra es
«más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espíritu» (Hebreos 4:12). Con ella, el Señor realiza una cirugía divina que
extirpa la codicia, la deshonestidad, el odio, el orgullo y el egoísmo que
habitan en las oscuras profundidades de nuestro corazón.
Así que, la próxima vez que el Espíritu Santo
te convenza de pecado y te pregunte sobre tu mala actitud (ver Jonás 4:4),
presta mucha atención. Entrégate a Él y permite que te cambie desde adentro
hacia fuera.
Si Dios te controla
por dentro, serás auténtico por fuera. (RBC)