Mientras leía el aviso fúnebre de
Eugene Patterson, unos de los ganadores del Premio Pulitzer durante el siglo
pasado, me sorprendieron dos cosas. En primer lugar, Patterson fue durante
muchos años un valiente defensor de los derechos humanos en una época en que
muchos se oponían a la igualdad racial. Además, escribió una columna en un
periódico todos los días durante ocho años. ¡Esto equivale a 2.922 artículos!
Día tras día, año tras año. La valentía y la constancia fueron factores clave
en el impacto que produjo su vida.
Estas mismas cualidades las vemos en el
apóstol Pablo. Hechos 13–28 registra su coraje en una situación horrorosa tras
otra. Después de naufragar mientras viajaba para ser juzgado ante el César,
desembarcó al sur de Roma, donde lo recibieron muchos hermanos en Cristo
(Hechos 28:11-15). Lucas escribió: «… al verlos, Pablo dio gracias a Dios y
cobró aliento» (v. 15). Durante los dos años siguientes, ya prisionero, le
permitieron vivir en una casa alquilada por él mismo, donde «… recibía a todos
los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento» (vv. 30-31).
Cada seguidor de Cristo puede ser un
dador constante y un receptor de valentía. El Señor puede utilizarnos hoy para
animarnos y fortalecernos unos a otros.