En 2006, una encuesta hecha entre 1.000
adultos descubrió que, a la mayoría de las personas, les lleva un promedio de
17 minutos perder la paciencia mientras esperan haciendo cola, y que solo se
requieren 9 minutos si lo hacen por teléfono. La impaciencia es una
característica común.
Santiago escribió sobre un grupo de
creyentes que luchaban para tener paciencia hasta que Jesús volviera (Santiago
5:7). Vivían épocas de explotación y angustia, y Santiago los alentaba a
«programar su temperamento» para largo plazo. Al desafiarlos a que perseveraran
en medio del sufrimiento, intentaba estimularlos para que permanecieran firmes
y vivieran de manera sacrificada hasta que el Señor volviera para arreglar
todo: «afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca» (v.
8).
Los instaba a ser como el granjero que
espera pacientemente que llegue la lluvia y la cosecha (v. 7), y como el
patriarca y profeta Job, quien demostró perseverancia en las dificultades (vv.
10-11). La línea de llegada estaba cerca y Santiago alentaba a los creyentes
para que no abandonaran.
Cuando somos probados en el crisol de
la angustia, Dios desea ayudarnos a seguir viviendo por fe y confiar en su
compasión y misericordia (v. 11).