Hace varios años, un amigo me llevó a
un seminario especializado en motivación, que disfruté muchísimo. En vez de
centrarse en el dinero y en el éxito, los líderes nos guiaron para que
entendiéramos la singularidad de nuestra identidad y el propósito que tenemos
en la vida. Después, nos proporcionaron algunos métodos útiles para una
existencia eficaz. Me quedó en la mente un lema: «Hazlo ya». El principio que
nos enseñaron fue que evitar una tarea requiere tanta energía como hacerla.
Dejar las cosas para más tarde consume la fuerza; concretarlas produce alivio.
Una aplicación espiritual puede verse
en Hebreos 3, un pasaje inundado de una sensación de inmediatez al llamarnos a
obedecer al Señor. «… Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones,
como en la provocación […], antes exhortaos los unos a los otros cada día,
entre tanto que se dice: Hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca por el
engaño del pecado» (vv. 7-8,13). No sabemos cuánto les habría llevado a los
hijos de Israel entrar en la tierra prometida si hubiesen obedecido a Dios,
pero los 40 años de viaje fueron el resultado de la falta de disposición en sus
corazones. Toda una generación se perdió la aventura de toda una vida (vv.
8-11).
Cuando sepamos cómo quiere el Señor que
vivamos, ¿por qué no decimos simplemente «¡Sí!»? Sin discusión, sin retraso.
Hazlo ya.