Hace poco, en un programa de radio, el
conductor hablaba con un experto en «manejo de la crisis» sobre cómo puede una
celebridad recuperarse de un desastre en las relaciones públicas. Ese
especialista dijo que una de las claves es forjar relaciones de apoyo sólidas
que puedan ayudar a la estrella a recuperar su imagen. En otras palabras,
cuando uno está en problemas, es vital conseguir la ayuda apropiada.
Es un consejo sabio, ya que la esencia
del manejo de las crisis consiste en reconocer que no podemos hacer todas las
cosas solos. Algunos desafíos son demasiado grandes, algunas montañas demasiado
altas. Cuando atravesemos épocas de crisis, es fundamental que recibamos ayuda.
Por esta razón, nos consuela saber que tenemos al mayor aliado que existe.
El rey David conocía bien a ese aliado.
En el Salmo 18:6, declaró: «En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios.
El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos».
En nuestros momentos de necesidad, no hay mayor ayuda que Dios. Sólo Él puede
sostenernos al atravesar las pruebas y las crisis de la vida; además, nos dio
Su palabra de que nunca nos dejará ni nos abandonará (Hebreos 13:5).
Cuando una crisis golpea, no debemos
enfrentarla solos. Tenemos la ayuda adecuada. Podemos confiar en que el Señor
es el mejor aliado que conoceremos. Apóyate en Él.