Susan Boyle pasó la mayor parte de su
vida viviendo con su gata Pebbles, cuidando a su madre anciana y cantando en la
iglesia. Sin duda, no parecía una súper estrella de la música. Quizá por eso,
la audiencia se reía de esta sencilla mujer de mediana edad, antes de que
cantara en un programa de búsqueda de talentos. Sin inmutarse, Susan enfrentó a
la antipática multitud, cantó maravillosamente y, como resultado, recibió una
ovación del público en pie.
En la época de la iglesia primitiva,
Esteban se enfrentó con una multitud hostil (Hechos 6–7). Un tribunal de
líderes religiosos escuchó a los testigos falsos que lo acusaron de blasfemia
(Hechos 6:13). Esteban respondió declarando la verdad de la Palabra de Dios,
que reafirmaba su fe en Cristo. Al final de su discurso, dijo: «He aquí, veo
los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios»
(7:56). Entonces, la multitud lo apedreó (v. 58). Jesús, que miraba desde el
cielo, le dio la bienvenida a casa.
La mayoría de los creyentes no enfrenta
tanta hostilidad. Sin embargo, todos necesitamos estar «firmes en el Señor»
cuando aparecen las presiones (Filipenses 4:1). No podemos permitir que los
demás acallen nuestra voz que habla de Cristo. Proclamar a Jesús no siempre
obtiene el favor de las multitudes aquí en la tierra, pero sí asegura la
aprobación del Señor en el cielo, donde es más importante.