Mi ocupación son las palabras. Ya sea
que esté escribiendo o editando, estoy utilizando palabras para transmitir
ideas, para que los lectores puedan entender. Por lo general, puedo ver los
errores en los escritos de otras personas (aunque, a veces, en los míos no) y
determinar cómo solucionarlos.
Como editor, me pagan para ser crítico.
Mi labor es ver qué está mal en la forma de usar las palabras. Esta habilidad
se convierte en discapacidad cuando la traslado a mi vida personal y siempre
busco lo que está mal. Centrarme en todo lo malo puede hacer que me pierda todo
lo bueno.
El apóstol Pablo tenía razón para
centrarse en lo que estaba mal en la iglesia de Filipos. Ciertas personas
predicaban el evangelio motivadas por una ambición egoísta, para aumentar los
sufrimientos de Pablo (Filipenses 1:16). No obstante, en vez de concentrarse en
lo negativo, él prefirió fijarse en lo positivo y regocijarse en eso: Que se
estaba predicando acerca de Jesucristo (v. 18).
Dios desea que tengamos discernimiento
—que sepamos diferenciar entre el bien y el mal—, pero no quiere que centremos
la atención en lo malo y que nos convirtamos en personas críticas y
desanimadas. Aun en circunstancias que estén lejos de ser las ideales (Pablo
estaba escribiendo desde la cárcel), podemos encontrar cosas buenas porque, en
tiempos de dificultades, Dios sigue obrando.