El apóstol Pablo describió a Jesús como
una piedra viva: «Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los
hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras
vivas, sed edificados como casa espiritual…» (1 Pedro 2:4-5). A los ojos
de Dios, el sacrificio de la Roca de nuestra salvación es precioso. Cristo es
la roca imperecedera sobre la cual el Padre ha construido nuestra salvación, y
el único fundamento para una vida con propósito (1 Corintios 3:11).
Solo en la medida en que nuestra
existencia se construya sobre su fortaleza, seremos capaces de soportar las
inclemencias de la vida en un mundo caído.
No hay nada que temer si permanecemos cerca de la Roca de los siglos – Dios. (RBC)