El consejo que leí en un libro de autoayuda
sonaba bien: «Haz solamente aquello en lo que sobresales, porque allí es donde
te sentirás más satisfecho». El autor intentaba ayudar a sus lectores a crear
la clase de vida que deseaban. No sé qué pensarás tú, pero si yo hiciera solo
aquello en lo que me destaco, ¡no lograría mucho!
En Marcos 10, leemos sobre dos discípulos,
Jacobo y Juan, que tenían planes sobre el tipo de vida que querían alcanzar: le
pidieron a Jesús estar a su derecha y a su izquierda en su reino (v. 37). Los
otros diez discípulos «comenzaron a enojarse» cuando oyeron la pregunta
(v. 41)… ¡posiblemente, porque era la posición que ellos deseaban conseguir!
Pero Jesús aprovechó la oportunidad para
enseñarles sobre otra clase de vida: servir a los demás. Declaró: «… el que
quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de
vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos» (vv. 43-44). Al parecer,
el servicio a otras personas es el propósito de Dios para nuestra vida.
Incluso Jesucristo, el Hijo de Dios, «… no vino para ser servido, sino para servir…» (v. 45). Al mirar el ejemplo de Cristo y depender de la ayuda del Espíritu Santo, también podemos ser siervos y tener una vida plena.
Las grandes ocasiones para servir a los demás ocurren rara vez, pero las pequeñas nos rodean cada día. (RBC)