En la década del 30, el jockey Johnny Longden
fue embestido en mitad de una carrera. Mientras los briosos caballos se
acercaban por detrás, Johnny fue empujado hacia un costado de su corcel. Al ver
el aprieto en que estaba, otro jockey extendió su brazo para tratar de volver a
colocar a Longden sobre la montura. Desafortunadamente, el empujón fue
demasiado fuerte y el jinete voló por encima del animal hacia el otro lado.
Ante esto, otro jockey que estaba cerca lo sostuvo y pudo ayudarlo a ubicarse a
salvo sobre el caballo. Lo más asombroso fue que ¡Longden ganó la carrera! Un
periódico lo tituló «la imposibilidad extrema». Las manos voluntariosas no sólo
lo salvaron de sufrir heridas graves y de una posible muerte, sino que le
permitieron obtener el primer puesto.
Como creyentes, nosotros también debemos
ofrecer una mano de ayuda a los demás. En Proverbios 31, leemos sobre la mujer
virtuosa que «alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso» (v.
20). Durante siglos, la compasión de esta mujer de fe ha sido un incentivo
tanto para hombres como para mujeres. Ella nos ayuda a recordar que brindarnos
a los demás es una virtud bíblica que todos los creyentes deben exhibir.
Hay muchos que están luchando con situaciones
difíciles o que han caído al enfrentarlas, y necesitan nuestro socorro. ¿Hay
alguien a tu alrededor que precisa una mano auxiliadora?
Dios suele enviar Su
ayuda mediante manos humanas. (RBC)