Aunque todavía no se han desarrollado mis
habilidades culinarias, ocasionalmente uso una caja de ingredientes premezclados
para hacer una torta. Después de agregar huevos, aceite vegetal y agua, lo
revuelvo todo junto. Para hornear una torta sabrosa, es vital que los
ingredientes correctos se coloquen en la medida justa. Esto me ayuda a observar
la relación entre el mandamiento más importante (Mateo 22:36-38) y la gran
comisión (28:19-20) a medida que difundimos el evangelio.
Cuando Jesús les dijo a Sus seguidores que
fueran a todas las naciones e hicieran discípulos, no les dio permiso para que
actuaran con rudeza y desinterés mientras realizaban la tarea. Cuando citó «el
gran mandamiento» —amar a Dios con todo el corazón, el alma y la mente—,
inmediatamente agregó el siguiente llamado: «Amarás a tu prójimo como a ti
mismo» (Mateo 22:37-39). En todo el Nuevo Testamento, encontramos que este
modelo de vida compasiva y respetuosa se repite en muchos pasajes, incluso en
el capítulo del amor (1 Corintios 13) y en la instrucción de Pedro sobre
presentar «con mansedumbre y reverencia» una razón de la esperanza que tenemos (1
Pedro 3:15).
En nuestras ansias de compartir con otros el
mensaje de Cristo, debemos incluir siempre un equilibrio saludable de estos dos
ingredientes: el auténtico evangelio y un amor piadoso. Esta maravillosa torta
se hornea mejor en la calidez del amor de Dios.
Los mejores testigos
son los que hablan con su vida. (RBC)