Cuando Teresa estaba en la escuela
secundaria, empezó a temer que, algún día, tendría que luchar contra una
enfermedad grave. Entonces, comenzó a orar, pidiéndole a Dios que no permitiera
que tuviera que padecer esa supuesta dolencia. Más tarde, experimentó un cambio
en su manera de pensar y le entregó su futuro al Señor, sin importar el costo.
Años después, el médico le encontró un tumor
canceroso que fue tratado exitosamente con quimioterapia. Teresa dice que,
cuando apareció la enfermedad, estaba preparada porque le había confiado su
futuro a Dios. Su problema se convirtió en un canal para que el Señor
manifestara su poder.
Esta idea de rendirse a Dios también puede
verse en la vida de Pablo. Su entrega se produjo después de que apareciera el
problema: «un aguijón en la carne» (2 Corintios 12:7). El apóstol oró varias
veces sobre esta dificultad, pidiéndole al Señor que se lo quitara. Pero Dios
respondió: «Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad»
(v. 9). Al comprender esto, Pablo adoptó una perspectiva positiva: «… de buena
gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder
de Cristo. […] porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (vv. 9-10).
Al enfrentar nuestros temores y luchas, es
vital que nos rindamos completamente a Dios. Cuando lo hacemos, Él puede usar
nuestros problemas como un canal para manifestar su poder.
Ejercer nuestro poder
impide rendir nuestra voluntad al poder de Dios. (RBC)