Dormir es esencial para la buena salud. Los
científicos no saben con exactitud por qué es necesario, pero sí conocen qué
sucede si no dormimos lo suficiente. Hay riesgo de envejecer prematuramente, de
aumentar de peso o de padecer enfermedades que van desde los resfríos y la
gripe hasta el cáncer. Lo que Dios hace en nuestro cuerpo mientras nos
sumergimos en la tierra de los sueños no deja de ser un milagro. Mientras no
hacemos nada, Dios renueva nuestra energía, recompone y restaura nuestras
células, y reorganiza la información en nuestro cerebro.
Hay muchas razones que impiden dormir lo
suficiente, y algunas no podemos resolverlas; pero la Biblia señala que el
exceso de trabajo no debe ser una de ellas (Salmo 127:2). Dormir es un don de
Dios que debemos recibir con gratitud. Si nos cuesta dormir, tenemos que
averiguar el porqué. ¿Nos levantamos temprano y nos acostamos tarde para ganar
dinero y adquirir cosas innecesarias? ¿Participamos de ministerios que pensamos
que nadie más es capaz de llevar a cabo?
A veces, me siento tentado a creer que el
trabajo que yo hago cuando estoy despierto es más importante que el que Dios
hace mientras duermo. Pero rehusar el don divino del sueño es como decirle que
mi labor es más importante que la suya.
Dios no quiere que seamos esclavos del
trabajo, sino que disfrutemos del sueño que nos regala.
«Si uno no se retira
y descansa, se desmorona». — Havner (RBC)