La palabra griega traducida «hospitalidad»
significa «amor a extraños». Cuando Pablo habla de estar «practicando la
hospitalidad» (Romanos 12:13), está llamándonos a procurar relacionarnos con
personas necesitadas. No es una tarea fácil.
El escritor Henri Nouwen lo compara a
alcanzar a aquellos con quienes nos cruzamos en el camino de la vida: personas
que tal vez estén lejos de sus culturas, sus países, sus amigos, sus familiares
o incluso de Dios.
Nouwen escribe: «Por lo tanto, la hospitalidad se refiere primordialmente a la creación de un espacio libre donde el extraño pueda entrar y convertirse en amigo en vez de enemigo. La hospitalidad no debe cambiar a las personas, sino ofrecerles un lugar donde pueda producirse un cambio».
Nouwen escribe: «Por lo tanto, la hospitalidad se refiere primordialmente a la creación de un espacio libre donde el extraño pueda entrar y convertirse en amigo en vez de enemigo. La hospitalidad no debe cambiar a las personas, sino ofrecerles un lugar donde pueda producirse un cambio».
Ya sea que habitemos en una casa, en un
dormitorio universitario, en una celda de la cárcel o en una barraca militar,
podemos dar la bienvenida a otros, como una forma de demostrar nuestro amor a
ellos y a Cristo. Hospitalidad es hacer lugar a los necesitados.
La hospitalidad puede
llenar el vacío de un corazón solitario. (RBC)