Simón Pedro, uno de los seguidores de Jesús,
negó algunas cosas. En un momento crítico, ¡negó tres veces conocer al Señor!
(Lucas 22:57, 58, 60). Esta acción, motivada por un gran temor, le generó tanta
culpa y desazón que, quebrantado ante su fracaso espiritual, lo único que pudo
hacer fue salir y llorar amargamente (v. 62).
Pero la negación de Pedro, así como nuestros
momentos de negatividad espiritual, nunca podrían disminuir la compasión de
Dios. El profeta Jeremías escribió: «Por la misericordia del Señor no hemos
sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada
mañana; grande es tu fidelidad» (Lamentaciones 3:22-23). Podemos cobrar ánimo
al pensar que, aunque fracasemos, ¡nuestro Dios fiel aplica sobre nosotros su
misericordia y compasión inalterables!
Nuestra imperfección
resalta nuestra dependencia de la misericordia divina. (RBC)