Este mismo principio se aplica a nuestro
andar en la fe. Pablo le escribió a Timoteo: «Procura con diligencia
presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que
usa bien la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). Diligencia implica un esfuerzo
constante y serio, lo opuesto a un enfoque descuidado y desatento. Abarca todos
los aspectos de nuestra relación con Dios.
Así como un músico procura la excelencia, nosotros
también debemos desear servir a Dios con confianza, procurar Su aprobación y
anunciar eficazmente Su Palabra a otras personas.
¿Soy diligente al estudiar, orar y escuchar
al Señor en el día de hoy?
Dios les habla a quienes se ocupan de escuchar y escucha
a los que se ocupan de orar. (RBC)