Algunos sentían mucha pena por ella. Un
predicador bien intencionado le dijo: «Pienso que es una gran pena que el Señor
no te haya dado la vista, ya que ha derramado sobre ti tantos otros talentos».
Resulta difícil de creer, pero ella respondió: «¿Sabe que si al nacer hubiese
podido pedir algo, habría pedido nacer ciega? […] porque al llegar al cielo, el
primer rostro que mis ojos verían gozosos sería el de mi Salvador».
Fanny veía la vida desde una perspectiva
eterna. Nuestros problemas lucen distintos en vista de la eternidad: «Porque
esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente
y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que
no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son
eternas» (2 Corintios 4:17-18).
¡Todas nuestras pruebas palidecen cuando
recordamos ese día glorioso en que veremos a Jesús!
Nuestra manera de ver
la eternidad afectará cómo vivamos el hoy. (RBC)