Con base en la Escritura, traté
de imaginarme cómo hubiera resumido el rey Salomón su vida en seis palabras. De
joven, podría haber escrito: Dios me dio una gran sabiduría. Pero en sus
últimos años, tal vez habría dicho: Debería haber practicado lo que prediqué.
Durante un reinado caracterizado
por la paz y la prosperidad, Salomón comenzó a tener problemas espirituales del
corazón. Cuando llegó a viejo, «sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses
ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su
padre David» (1 Reyes 11:4). Eso dio como resultado el desagrado de Dios y un
final triste para una vida previamente ejemplar (v. 9).
Es probable que la gran cantidad
de veces que Salomón usó la palabra vanidad (o sin sentido) en Eclesiastés
indique lo desilusionado que estaba de la vida. Este rey, antes sabio, que lo
tenía todo, lo perdió todo y meditó sobre todo, concluyó el libro con estas
últimas palabras: «Teme a Dios, […] guarda sus mandamientos» (12:13).
Estas son seis palabras que vale
la pena escuchar.
La
obediencia a Dios es la clave para una vida de bendición. (RBC)