Cada uno de nosotros quiere ser aceptado y caer
bien en todas partes. Sin embargo, algunas personas viven marginadas, donde
puede resultar difícil sentir que uno es valioso, significativo o que su vida
le importa a alguien. A veces, esto le ocurre a los niños: demasiado altos,
cuando los otros chicos todavía no tuvieron el estirón del crecimiento;
demasiado gordos, cuando los demás son más delgados; demasiado inteligentes,
cuando sus compañeros de clase luchan por aprender; o «no lo suficientemente
inteligentes» en comparación con el resto. De niño, ser diferente puede
provocar burla o intimidación de parte de los demás. Sin embargo, un adulto que
no encaja en el entorno quizá sea simplemente ignorado; tan insignificante, que
se siente invisible.
Pero ¡qué tremendamente importantes somos a
los ojos de Dios! Fuimos tan valorados que envió a Su Hijo para pagar el
castigo de nuestros pecados y para permitirnos tener comunión con Él. Fuimos
creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27), y Él nos diseñó y se ocupó de cada
detalle de nuestra vida aun antes de que naciéramos (Salmo 139:1-16). Aunque no
siempre nos sintamos importantes, nuestro Padre nos ama profundamente.
El Dios que creó el
universo es el mismo que te ama a ti. (RBC)