Lenzkes dice que algunas personas son
optimistas, que «acampan en los placeres y en los buenos recuerdos», y que
niegan las angustias. Otras son pesimistas, porque «se concentran en las
pérdidas de la vida, y mientras lo hacen, pierden el gozo y la victoria». Pero
las personas de fe son realistas, «aceptan todo —lo bueno y lo malo de la vida—
y, vez tras vez, prefieren reconocer que Dios en verdad nos ama y que
constantemente obra para nuestro bien y para Su gloria».
Mientras
leía, miré afuera y observé nubes oscuras y una lluvia persistente. Poco
después, apareció un viento agradable que se llevó las nubes. De pronto, el
cielo estaba azul brillante. Las tormentas de la vida vienen y se van del mismo
modo.
Por
fe, nos aferramos a la promesa que Dios hace en Romanos 8:28 y recordamos que
«esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente
y eterno peso de gloria» (2 Corintios 4:17). Dios nos ama y nos está preparando
para el día en que el firmamento estará para siempre azul.
Dios promete un
aterrizaje seguro, pero no necesariamente un viaje calmo. (RBC)