Yo tuve varias picaduras sin muchas
consecuencias, pero la experiencia de él fue diferente. Aunque solo tenía una o
dos picaduras de «mis» abejas, se le inflamaron los ojos y la garganta tras una
reacción alérgica. Mis acciones le habían provocado mucho dolor a mi amigo.
Este es un cuadro de lo que sucede en
nuestras relaciones interpersonales. Cuando no actuamos como cristianos,
herimos a los demás. Aun después de pedir disculpas, la «picadura» sigue.
La gente tendría razón al esperar que los
seguidores de Cristo no fueran ásperos y mostraran paciencia. A veces, nos
olvidamos de que las personas que luchan con la fe, la vida o con
ambas cosas observan expectantes a los creyentes. Esperan ver menos enojo
y más misericordia, menos juicio y más compasión, menos crítica y más
estímulo. Jesús y Pedro nos dijeron que vivamos vidas buenas para que Dios sea
glorificado (Mateo 5:16; 1 Pedro 2:12). Que nuestras acciones y
reacciones guíen a los que nos rodean hacia nuestro Padre amoroso.
Que los demás vean
menos de mí y más de Dios. (RBC)