Entra en erupción.
Destruye todo lo que encuentra a su paso. ¡Su descarga es tan potente como la
de una explosión nuclear! Bueno, quizá no
tanto, pero la furia puede ser tan intensa como un volcán, cuando se dirige
especialmente a otro miembro de la familia. Tal vez el momento pase de
inmediato, pero puede dejar sentimientos de amargura y provocar una devastación
emocional.
Es lamentable que
las personas que más amamos suelan ser el blanco de nuestras palabras
hirientes. Sin embargo, cuando nos sentimos provocados, podemos decidir:
¿Reaccionaremos con ira o con amabilidad?
La Biblia nos dice
que tenemos que despojarnos de la amargura y del enojo, y que debemos ser
«benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también [nos] perdonó a [nosotros] en Cristo» (Efesios 4:32).
Si estás luchando
contra un enojo crónico que daña tus relaciones interpersonales, somete esta
parte vulnerable de tus emociones a la fortaleza de Cristo (Filipenses 4:13).
Pídele a Dios que te perdone por tu temperamento descontrolado, que te muestre
cómo moderar tus emociones y que te enseñe a honrar a los demás por encima de
ti mismo (Romanos 12:10). Pide ayuda a otras personas para que te enseñen a
lidiar de manera apropiada con tu carácter fuerte.
A medida que
procuremos amar a los demás y agradar a Dios con vehemencia, obtendremos la
victoria sobre un temperamento volcánico.