En una entrevista en la radio, a una
superestrella del básquet le preguntaron sobre su habilidad especial para
marcar en circunstancias cruciales el tanto ganador de un partido. El
periodista quería saber cómo podía tener tanta calma en momentos de semejante
presión. Él respondió que trataba de simplificar la situación. «Sólo hay que
hacer un lanzamiento», dijo el jugador. Un lanzamiento… esta es la esencia de
simplificar una circunstancia difícil. Concentrarse únicamente en lo que está
delante de uno en ese momento. No preocuparse por las expectativas del
entrenador ni de los compañeros de equipo. Simplificar.
Al reconocer que los desafíos de la
vida pueden ser abrumadores y asfixiantes, Jesús nos instó a poner las cosas
bajo control simplificándolas. Dijo: «… no os afanéis por el día de mañana,
porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal» (Mateo
6:34). Así concluyó sabiamente Su enseñanza sobre el poder debilitante de la
preocupación. Preocuparse no consigue nada positivo; sólo aumenta la sensación
de que nos estamos hundiendo en los problemas que enfrentamos. Debemos tomar
las cosas como vienen —día a día— y confiar en que Él nos dará la sabiduría
necesaria para reaccionar como corresponde.
Si sientes que la vida te abruma, haz
hoy lo que puedas y, después, confíale el resto al Señor. Como dijo Jesús:
«Cada día tiene ya sus problemas» (NVI).