Durante nuestra travesía terrenal, se nos encargó, al igual que a Adán, que cuidáramos de la tierra y de las criaturas que Dios nos ha dado. Génesis 2:15 dice: «Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase». Dios se deleita en lo que ha hecho, y esto incluye los mares y todo lo que vive en ellos (1:10,20-21).
Este mundo debería hacernos recordar la grandeza de nuestro Creador y actuar como un trampolín para elevar nuestras alabanzas a Él. Tratar esta tierra con indiferencia y usarla como un basurero estropea su belleza y pone en peligro a las criaturas que viven aquí. Como creyentes en Cristo, nuestro deber es respetar y cuidar la tierra, el mar y el aire.

Cuidar de la creación de Dios es un deber del ser humano.(RBC)