“Volvió
a pasar. Sentí el impulso de ordenar mi oficina. Antes de poder resistirme,
había hecho un lío peor que el que había al principio. Una pila se convirtió en
varias cuando empecé a separar libros, papeles y revistas por temas. A medida
que el desorden aumentaba, lamenté haber comenzado, pero no había vuelta atrás”.
(J.A.– escritora americano).
Cuando Dios llamó a Moisés para rescatar a
los hebreos de la esclavitud, la situación de ellos también fue de mal en peor.
Sin duda, era necesario llevar a cabo la tarea. El pueblo había estado clamando
a Dios por ayuda (Éxodo 2:23). Renuentemente, muy renuentemente, Moisés accedió
a apelar a Faraón a favor de los hebreos. El encuentro salió mal. En vez de
liberar al pueblo, el monarca aumentó sus irracionales demandas. Moisés se
preguntó si había sido apropiado haber empezado (5:22-23). Solo después de
tremendos inconvenientes para muchas personas, Faraón permitió que el pueblo se
fuera.
Siempre que comencemos a hacer algo bueno,
incluso cuando estemos seguros de que Dios quiere que lo hagamos, no debería
sorprendernos que las cosas empeoren antes de que empiecen a mejorar. Esto no
significa que estemos haciendo algo malo; simplemente, nos recuerda que
necesitamos a Dios para concretar todo lo que emprendamos.
«La necesidad suprema
en todo momento difícil es mirar a Dios». —G. C. Morgan (RBC)