A lo largo de esta hora,
Que el Señor me guíe,
Y que por su poder
Ningún pie se desvíe.
Estas palabras son un buen recordatorio de
nuestra constante necesidad de la guía de Dios. El rey David reconocía que
necesitaba ser guiado todo el día, mientras enfrentaba los desafíos de la vida.
En el Salmo 25, declara: «Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres
el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día» (v. 5). Deseoso de ser
un obediente seguidor del Señor, clamaba a su Redentor para que lo dirigiera.
De corazón, anhelaba depender confiadamente de Él a lo largo de toda la
jornada.
Que este sea también nuestro deseo. Por lo
general, empezamos el día pidiéndole a Dios que nos ayude, pero luego, otros
intereses pueden distraer nuestra atención de Él. No nos olvidemos de orar así:
«A lo largo de esta hora, Señor, sé mi guía».
Que Dios sea tu
primer pensamiento por la mañana y el último por la noche. (RBC)