En 1 Corintios 10, Pablo toma una sombría
lección de la historia del Antiguo Testamento. El pueblo que Moisés había
sacado de la esclavitud en Egipto para guiarlo a la libertad de la tierra
prometida seguía dándole las espaldas a Dios, que los había librado (vv. 1-5).
La idolatría, la inmoralidad y las quejas figuraban entre las cosas que los
habían desacreditado (vv. 6-10). Pablo nos señala que el fracaso de este pueblo
era un ejemplo para nosotros, y advierte: «Así que, el que piensa estar firme,
mire que no caiga» (v. 12).
Todo seguidor de Cristo puede aferrarse a la
promesa de Dios: «… fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que
podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida,
para que podáis soportar» (v. 13). Todos tenemos poder para influir en la fe de
los demás. ¡Qué trágico es desperdiciar tal oportunidad cuando cedemos a una
tentación contra la cual Dios nos ha dado poder para resistir!
La
mejor manera de escapar de la tentación es correr hacia Dios. (RBC)