Esta historia me hizo reflexionar:
¿escribiría yo si Dios fuera mi único público? ¿En qué cambiarían mis escritos?
A menudo, a los nuevos escritores se les
aconseja que visualicen una persona a la cual están escribiéndole, para
mantenerse enfocados. Yo lo hago cuando escribo devocionales: trato de mantener
en mente a los lectores porque deseo expresar algo que ellos quieran leer y que
los ayude en su travesía espiritual.
Dudo que David, el «escritor de devocionales»
cuyos salmos leemos en busca de consuelo y aliento, tuviera en mente a los
«lectores». Al único al que apuntaba era a Dios.
Ya sea que nuestras «justicias», mencionadas
en Mateo 6, sean obras de arte o acciones serviciales, debemos mantenernos
enfocados en que son algo entre nosotros y Dios. No importa si los demás las
ven o no. Él es nuestro público.
Sirvamos teniendo
como público a una sola Persona. (RBC)