El mundo sigue lleno de injusticia, angustia
y quebrantamiento. Y quizá muchos sienten que van dejando un sendero de
lágrimas; lágrimas que pasan inadvertidas y tristeza que no recibe consuelo.
Pero el Señor ve nuestras lágrimas y consuela nuestro corazón apesadumbrado (2
Corintios 1:3-5). También declara la esperanza de un futuro sin las manchas del
pecado ni injusticia. En aquel día y lugar, «Enjugará Dios toda lágrima de los
ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;
porque las primeras cosas pasaron» (Apocalipsis 21:4).
El Dios que ofrece liberarnos de las lágrimas
en el futuro es el único que ahora puede consolarnos completamente.
Cuando
Dios permite las pruebas, también brinda consuelo. (RBC)