Muchas casas cerca de la nuestra ponen a la
venta junto al camino alimentos frescos y plantas perennes. A veces, vamos en
el automóvil hasta un puesto donde nadie atiende y que funciona bajo el «código
de honestidad». Cuando elegimos lo que queremos, ponemos el dinero en una
alcancía o en una vieja lata de café. Después, nos vamos a casa a disfrutar de
las frutas y las verduras recién cosechadas.
Pero este sistema no siempre funciona. Mi
amiga Jackie tiene un puesto de flores frente a su casa. Un día, mientras
observaba por la ventana, vio a una mujer bien vestida y con un gran sombrero,
que llenaba de plantas perennes la cajuela de su automóvil. Jackie sonreía
mientras calculaba que ganaría 50 dólares por su trabajo en el jardín. Sin
embargo, cuando más tarde revisó la alcancía, ¡estaba vacía! El código de
honestidad reveló que esa mujer era deshonesta.
Tal vez a ella le parecía que robar flores no
era algo tan grave. Pero ser honestos en las pequeñeces indica cómo actuaremos
en las cosas mayores (Lucas 16:10). La honestidad aplicada a todas las áreas de
nuestra vida es una manera de honrar a Jesucristo, nuestro Salvador.
Para un seguidor de Cristo, el mejor «código
de honestidad» es Colosenses 3:17: «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de
hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús…».