Después de correr 32 kilómetros (20 millas)
en la Maratón Salomon Kielder, en Gran Bretaña, un corredor salió del recorrido
y tomó un autobús hasta una zona boscosa cerca de la llegada. Entonces, volvió
a entrar en la carrera y reclamó el tercer puesto. Cuando los oficiales lo
interrogaron, declaró que había dejado de correr porque estaba cansado.
Muchos podemos identificarnos con el
agotamiento de un atleta exhausto cuando corremos la carrera de la vida
cristiana. El libro de Hebreos nos alienta a correr «con paciencia la carrera
que tenemos por delante» (Hebreos 12:1). Correr con paciencia exige dejar de
lado el pecado que se presenta en nuestro camino y despojarnos de toda carga
que nos frene. Incluso, tal vez tengamos que seguir adelante en medio de la
persecución (2 Timoteo 3:12).
Para evitar que nuestra alma se canse y se
desanime (Hebreos 12:3), la Biblia nos insta a mantenernos enfocados en Cristo.
Cuando le prestamos más atención al Señor que a nuestras dificultades, vemos
que Él corre a nuestro lado, que nos sostiene cuando tropezamos (2 Corintios
12:9) y nos alienta con su ejemplo (1 Pedro 2:21-24). Mantener la mirada puesta
en «el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12:2) nos ayudará a permanecer
cerca de la fuente de fortaleza y a seguir fieles hasta el final.