Recuerdo que, en 1991, estaba mirando las noticias por televisión cuando una revolución sin
violencia se desató en las calles de Moscú. Los rusos, que habían crecido en
medio del totalitarismo, de pronto declararon: «Vamos a actuar como si fuéramos
libres», y permanecieron firmes en las calles ante los tanques. El contraste
entre el rostro de los líderes dentro de los edificios y el de las masas
afuera mostraba quién tenía miedo y quiénes eran libres.
Ver las noticias por televisión desde
la Plaza Roja me hizo llegar a una nueva definición de la fe: paranoia revertida. Una persona realmente paranoica
organiza su vida alrededor de una perspectiva común del miedo. Todo lo que
sucede alimenta ese temor.
La fe obra de
manera inversa. Una persona con fe planifica su vida alrededor de una
perspectiva común de la confianza; no del miedo. A pesar del aparente caos de
la época actual, Dios sin duda reina. Al margen de
cómo me sienta, el Dios de amor está verdaderamente interesado en mí.
¿Qué sucedería si nosotros, en el reino de
Dios, actuáramos como si las palabras del apóstol
Juan fueran literalmente ciertas: «… mayor es el que está en vosotros, que el
que está en el mundo» (1 Juan 4:4)? ¿Qué pasaría si empezáramos a vivir como si
la oración más repetida por la cristiandad hubiese sido respondida: que la
voluntad de Dios sea hecha en la Tierra como ocurre en el cielo?