Leí sobre un estudio reciente, cuya
conclusión indicaba que sonreír puede ser bueno para la salud. La investigación
muestra que sonreírse disminuye la frecuencia cardíaca y reduce el estrés.
No obstante, una sonrisa no solo te
hace bien a ti, sino que, al darla con sinceridad, bendice también a quienes la
reciben. Sin pronunciar palabra, puede transmitirles a los demás que te agradan
y que estás contento con ellos. Una sonrisa es capaz de abrazar a una persona
con amor, sin siquiera tocarla.
La vida no siempre nos da motivos para
sonreír, pero, cuando vemos una sonrisa de corazón en el rostro de un niño o a
través de arrugas producidas por los años, nos estimula.
Las sonrisas también son una señal de
la imagen de Dios en nosotros. En la antigua bendición registrada en el libro
de Números, vemos un indicio de que el Señor «sonríe»: «El Señor haga
resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce
sobre ti su rostro, y ponga en ti paz» (Números 6:25-26). Estas palabras son
una expresión idiomática del favor de Dios sobre la vida de una persona, al
pedirle que les sonría a sus hijos.
Por eso, recuerda hoy que Cristo te
ama, que le agrada derramar su gracia y hacer resplandecer su rostro sobre ti.