Boecio
vivió en Italia en el siglo vi y se desempeñó como un político sumamente
habilidoso de la corte real. Desafortunadamente, cayó en desgracia delante del
rey al ser acusado de traición y fue encarcelado. Mientras esperaba su
ejecución, solicitó materiales para poder escribir sus reflexiones. Más tarde,
estas se convirtieron en un perdurable clásico espiritual sobre la consolación.
Mientras
estaba preso, reflexionando sobre su panorama desalentador, su fe en Cristo le
infundió esta perspectiva: «Nada es miserable a menos que así se lo considere;
por el contrario, toda situación es feliz si quien la experimenta está
contento». Boecio estaba convencido de que nuestra visión de las circunstancias
cambiantes y el contentamiento eran una elección personal.
El
apóstol Pablo reforzó la idea de que nuestra manera de ver las circunstancias
es más importante que los hechos en sí. Mientras él también estaba preso,
escribió: «… he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación»
(Filipenses 4:11). Tanto Boecio como Pablo podían estar satisfechos porque
Dios, quien nunca cambia, era la fuente suprema de ese estado.
¿Te
sientes encadenado a circunstancias difíciles? Dios puede darte satisfacción.
El contentamiento duradero se encuentra solo en Él, porque «en [su] presencia
hay plenitud de gozo; delicias a [su] diestra para siempre» (Salmo 16:11).