Tal vez hayas oído el dicho:
«Se supone que el pasado debe ser un poste indicador, no de enganche». Es fácil
quedar sujeto a los recuerdos de «los buenos tiempos pasados» en vez
de usar nuestras experiencias para encontrar el
camino que está por delante. Todos somos susceptibles a los efectos
paralizantes de la nostalgia: el anhelo de algo que ya no está.
Cuando Dios llamó a Jeremías para
que fuera «profeta a las naciones» (Jeremías 1:5), este era sacerdote en un
pequeño pueblo cercano a Jerusalén. Se le asignó la difícil tarea de
pronunciar, en primer lugar, juicio contra el pueblo de Judá, el cual se había
alejado del Señor. El profeta dejó bien claro que estaba entregando el mensaje
de Dios y no el suyo (7:1-2).
El Señor declaró: «Paraos en los
caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino,
y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma» (6:16).
Dios exhortó a su pueblo a mirar hacia atrás para avanzar. El propósito de considerar los
senderos antiguos era encontrar «el buen camino» señalado por la fidelidad de
Dios, su perdón y su llamado a seguir adelante.
El Señor puede usar nuestro pasado para
enseñarnos cuál es el mejor camino: el que recorremos
con Él.