El sitio de Internet Smith, una comunidad
virtual que «disfruta del gozo de contar historias», invitaba a sus lectores a
enviar frases de seis palabras que describieran sus vidas. Miles respondieron
con breves biografías que iban desde un simple «Esposa dulce, hijos buenos: soy
rico» hasta un angustioso: «Sesenta. Sin perdonar a mis padres».
Con base en la Escritura, traté de imaginarme
cómo hubiera resumido el rey Salomón su vida en seis palabras. De joven, podría
haber escrito: Dios me dio una gran sabiduría. Pero en sus últimos años, tal
vez habría dicho: Debería haber practicado lo que prediqué.
Durante un reinado
caracterizado por la paz y la prosperidad, Salomón comenzó a tener problemas
espirituales del corazón. Cuando llegó a viejo, «sus mujeres inclinaron su
corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios,
como el corazón de su padre David» (1 Reyes 11:4). Eso dio como resultado el
desagrado de Dios y un final triste para una vida previamente ejemplar (v. 9).
Es probable que la
gran cantidad de veces que Salomón usó la palabra vanidad (o sin sentido) en
Eclesiastés indique lo desilusionado que estaba de la vida. Este rey, antes
sabio, que lo tenía todo, lo perdió todo y meditó sobre todo, concluyó el libro
con estas últimas palabras: «Teme a Dios, […] guarda sus mandamientos» (12:13).
Estas son seis
palabras que vale la pena escuchar.