Davi lleva sólo dos joyas: un anillo de bodas
en el dedo y una pequeña cruz celta en una cadena alrededor del cuello. El
anillo representa su compromiso de ser fiel durante toda la vida a Carolyn, su
esposa. La cruz recuerda que no sólo lo soy por amor a ella, sino también por
causa de Dios. Él ha pedido que sea fiel a su esposa hasta que la muerte os
separe.
Un matrimonio no es solo un contrato que
podemos quebrantar pagando una indemnización. Es un compromiso sin igual cuyo
propósito explícito es vinculante hasta que la muerte separe a las partes
(Mateo 19:6). Las palabras «para bien y para mal, en la riqueza y en la
pobreza, en salud y en enfermedad» consideran la posibilidad de que no será
fácil cumplir con los votos. Las circunstancias pueden cambiar y también pueden
hacerlo los cónyuges.
En el mejor de los casos, el matrimonio es
complicado; abundan los desacuerdos y las adaptaciones difíciles. Si bien no
deben vivirse relaciones abusivas y peligrosas, aceptar los problemas de la
pobreza, de los inconvenientes y de las decepciones puede producir felicidad.
Un voto matrimonial es una obligación de amarse, honrarse y cuidarse mutuamente
durante toda la vida, porque Jesús nos pidió que así lo hiciéramos. Como lo
expresó una vez un amigo mío: «Este es el voto que nos mantiene fieles aun
cuando no tenemos ganas de cumplirlos».
Amar es más que un
sentimiento; es un compromiso. (RBC)