«¡Qué mal hecho!», refunfuñé, mientras
vaciaba la trituradora de papel. Estaba siguiendo un buen consejo sobre
triturar documentos personales, ¡pero no podía vaciar el recipiente sin que
cayeran tiras de papelitos por toda la alfombra! Un día, cuando estaba
recogiendo la basura, dudé si debía hacerlo, ya que solo tenía residuos hasta
la mitad. Sin embargo, al deslizar una pequeña bolsa de plástico por la parte
superior y dar vuelta el recipiente, me alegré al ver que ni un solo trozo de
papel había caído al piso.
El error había sido mío. ¡Había estado
esperando que estuviera lleno hasta el tope para vaciarlo!
Cuando permitimos que el pecado llene nuestro
corazón, también desbordará en nuestra vida. Lucas 6:45 dice que «… el hombre
malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo…». Lo que hablamos brota «de la
abundancia del corazón».
¿Qué tal si quitáramos de nuestro corazón la
basura del pecado antes de que empiece a desbordar cuando interactuamos con los
demás? ¿Y si nos despojáramos de nuestra amargura, del orgullo empedernido y el
enojo furioso? (Efesios 4:26-32). Primera Juan 1:9 nos recuerda que «si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad».
Una trituradora de papel está diseñada para
ser un cesto de basura. ¡Tú y yo no!
Confiesa tus errores… ¡de todos modos, no puedes
esconderlos de Dios! (RBC)