Lo mismo sucede con los que seguimos a
Cristo. Cada uno ha sido exclusivamente dotado con capacidades para colaborar
en la obra de Dios. La intención nunca fue que viviéramos aislados, sino que
trabajáramos juntos para convertirnos en una gran fuerza para Dios y el
progreso de su causa. Pablo nos lo recuerda diciendo que el cuerpo de Cristo
«no es un solo miembro, sino muchos» (1 Corintios 12:14). Todos debemos usar
nuestros dones para servirnos mutuamente, de modo que, juntos, podamos marcar
una diferencia significativa en el mundo.
Pon tus dones a trabajar, coopera alegremente
con los talentos de quienes te rodean ¡y deja que el Espíritu te utilice para
su gloria!
Podemos lograr más
juntos que solos. (RBC)