Los simuladores son maravillosas herramientas
de enseñanza; útiles para que los aspirantes a piloto comanden un avión real.
No obstante, estos artefactos tienen un defecto: crean una experiencia
artificial donde es imposible reproducir por completo todas las presiones que
implica conducir una aeronave verdadera.
La vida real es similar a esto, ¿no es así?
No puede simularse. No hay ningún entorno seguro ni libre de riesgos donde
podamos experimentar los altibajos de la vida sin salir lastimados. Los riesgos
y los peligros de vivir en un mundo caído son ineludibles. Por eso, las
palabras de Jesús son tan reconfortantes: «Estas cosas os he hablado para que
en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido
al mundo» (Juan 16:33).
Aunque no podamos evitar los peligros de la
vida en un mundo caído, sí tenemos la posibilidad de experimentar paz mediante
una relación personal con Cristo. Él nos ha asegurado que, al final,
triunfaremos.
La vida más segura es
la que está rendida a Dios. (RBC)