En todas nuestras relaciones interpersonales,
podemos, como seguidores de Cristo, decidir considerarnos superiores o servir
humildemente para satisfacer las necesidades de los demás. El apóstol Pablo nos
dice: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno
por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses
2:3-4).
Podemos aprender a considerar más importantes
las necesidades de los demás que las nuestras cuando centramos nuestra mirada
en el ejemplo de Cristo. Él tomó «forma de siervo» y se entregó por nosotros
(vv. 5-8). Cuando no valoramos a los demás, el sacrificio del Señor nos muestra
el camino mejor, el de la humildad.
El gozo llega al
poner el bienestar de los demás sobre el propio. (RBC)