Cuando pienso en «los peores días», de
inmediato me viene a la mente Job. Aunque amaba a Dios, ¡perdió sus animales,
sus criados y sus hijos en un solo día! (Job 1:13-19). Se lamentó profundamente
y también se preguntó el porqué. Exclamó: «Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a
ti […]? ¿Por qué me pones por blanco tuyo…?» (Job 7:20). Sus amigos lo acusaron
de haber pecado y pensaban que merecía sufrir, pero Dios les dijo: «… no habéis
hablado de mí lo recto, como mi siervo Job» (42:7). El Señor no le explicó a
Job por qué sufría, pero lo escuchó y no lo culpó por sus cuestionamientos.
También le aseguró que tenía el control de todo y que podía confiar en Él
(42:1-6).
Quizá el Señor no nos explique las razones de
las pruebas, pero debemos estar agradecidos de que, aun en nuestro peor día,
podemos saber con certeza que Él nos ama (Romanos 8:35-39).
El amor de Dios no
nos exime de las pruebas, pero nos ayuda a sobrellevarlas. (RBC)