La vida es así. Con frecuencia, no estamos
preparados para enfrentar las dificultades que la vida nos presenta y
necesitamos una ayuda que está fuera de nosotros. Como miembros del cuerpo de
Cristo, esa ayuda puede, a veces, llegar de nuestros hermanos creyentes
(Romanos 12:10-13) y esto es maravilloso. Sin embargo, en definitiva, buscamos
ayuda de nuestro Padre celestial. La buena y gran noticia es que nuestro Dios
nos ha invitado a acercarnos a su presencia con confianza: «Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia
para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).
En tales ocasiones, nuestro mayor recurso es
la oración, porque nos coloca en la misma presencia del Señor. Allí, en su
gracia y misericordia, encontramos la ayuda necesaria.
Que la oración no sea
tu último recurso en tiempos de necesidad, sino el primero. (RBC)