¿Alguna vez se te rompió el corazón?
¿Cuál fue la causa? ¿Crueldad, fracaso, infidelidad, pérdida? Quizá te
escurriste en la oscuridad para llorar.
Es bueno llorar. «Las lágrimas son la
única cura para el llanto», dijo el predicador escocés George MacDonald. Llorar
un poco le hace bien a la persona.
Jesús lloró ante la tumba de Su amigo
Lázaro (Juan 11:35), y también llora con nosotros (v. 33). Nuestras lágrimas
captan la compasión y el interés de nuestro Señor. Él está al tanto de nuestras
noches de angustia e insomnio. Su corazón se duele cuando sufrimos. Él es el
«Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras
tribulaciones» (2 Corintios 1:3-4). Además, utiliza a Su pueblo para que se
consuele mutuamente.
No obstante, las lágrimas y nuestra
necesidad de consuelo vuelven con demasiada frecuencia en esta vida. El
consuelo presente no es la respuesta final. Hay un día futuro cuando ya no
habrá muerte, ni tristeza ni llanto, porque todas estas cosas «pasaron»
(Apocalipsis 21:4). Allí, en el cielo, Dios enjugará toda lágrima. Nuestro
Señor nos ama tanto y Su amor es tan profundo y personal, que Él mismo será
quien seque las lágrimas de nuestros ojos.
Recuerda, «bienaventurados los que
lloran, porque ellos recibirán consolación» (Mateo 5:4).