Todo padre sabe cuál es la diferencia entre las normas diseñadas primordialmente para beneficio de los padres y las dirigidas para favorecer a los hijos. Las reglas de Dios corresponden a esta última categoría. Como Creador de la raza humana, Él sabe cómo funcionará mejor la sociedad en este mundo.
Empecé a observar los Diez Mandamientos considerándolos como reglas diseñadas esencialmente para nuestro beneficio. Jesús enfatizó este principio, cuando dijo: «El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo» (Marcos 2:27).
La Biblia es un libro sumamente realista. Supone que los seres humanos serán tentados a desear lo que tiene el prójimo, a codiciar los bienes de otra persona, a trabajar demasiado, a explotar de ira contra aquellos que los perjudican. Presume que la humanidad desordenará todo lo que toque. Cada uno de los Diez Mandamientos ofrece un escudo de protección contra ese desorden. Tenemos la libertad de decir que no a nuestras inclinaciones pecaminosas. Al hacerlo, evitamos ciertos daños.
En su conjunto, los Diez Mandamientos se entretejen en la vida en este planeta para convertirla en una trama perfecta, significativa y estructurada, cuyo beneficio es permitirnos vivir como una comunidad pacífica y saludable bajo el control de Dios.
¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos! Entonces no sería yo avergonzado. —Salmo 119:5-6 (RBC)